Los rincones vacíos de la casa ya desmantelada,mostraban pudorosos el paso del tiempo impreso a polvo y telarañas en cada recoveco. En otro tiempo las estancias vivían inundadas de ilusiones y expectativas, más tarde de certezas y risas. Con los años, las sombras que se deslizaban por sus paredes fueron menguando y los pasos que barrían sus suelos, ralentizándose. Al final el solitario hogar, repetía el eco de una única voz, que a fuerza de no encontrar respuesta, calló para siempre.
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