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martes, 2 de abril de 2019
Buscadores de huesos
El último día de vacaciones había llegado.
La labor de nuestros padres había sido contemplar nuestras hazañas, la de los familiares lejanos colmarnos de cariño.
En un chalet con piscina, los niños nos habíamos convertido en anfibios de perenne sonrisa y mi abuela, de nuevo en niña.
Todo fue luz y alboroto, menos ella.
Una anciana de piel translúcida, moteada de berrugitas rojas, de largos cabellos blancos recogidos en un sencillo moño, con unos silenciosos ojos claros.
Toda y siempre, vestida de negro.
Por el marido que no volvió, por el compañero que le robaron, por la alegría secuestrada, por un amor… fusilado
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