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jueves, 15 de junio de 2017
Lo que usted diga, doctor Frankenstein! respondimos todos los servientes al unísono. Atenazado por el miedo a la justicia poética , dio ordenes concretas de como al morir, deberíamos enterrar su cuerpo en un ataúd previamente seleccionado por el,rellenarlo de piedras, asegurarlo con ocho candados y arrogar las llaves y la caja al Rin. Concretadas las peticiones, mucho más tranquilo, con un brazo en una mano y una cabeza en la otra, se encerró de nuevo en su laboratorio.
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