Con un juego macabro de figuras y letras, señalaban sus pecados, distinguiendo entre "delitos", y así, aquellos que habían sido marcados, eran despojados de su condición humana.
Era poca la diferencia en el trato dependiendo de la estrella, la letra o el color, un abanico de torturas y vejaciones, la mayoría con idéntico final; salían de allí, elevándose entre nubes de ceniza, por tenebrosas chimeneas.
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