No pudo seguir adelante sin ella. En el último año su presencia había atenuado la soledad. A pesar de sus silencios, alegraba sus días en aquel viejo faro de esa isla habitada solo por focas. Su joven cuerpo, le templaba la cama haciendo las noches más cortas. Un contratiempo le obligó a viajar a la península, sin saber que una serie de tormentas mantendria el ferry en tierra una semana. De vuelta,al quitar los candados y abrir la puerta, descubrió que el frágil cuerpo de Carla no resisto la sed y él hambre de sus últimos días de cautiverio.
La culpa hundía sus hombros, abrió los ventanales y salto al vacío.
La culpa hundía sus hombros, abrió los ventanales y salto al vacío.
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