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lunes, 4 de febrero de 2019
De aquellos polvos...estos lodos
Cuando se ausentaba de casa, rezaba para que no tuviera enfrentamiento con los jovenzuelos crueles que lo atormentaban, por su corta estatura y voz aflautada.
Le pusieron de mote "Cerillito".
Al regresar descubría en seguida si había tenido alguna trifulca.
De ser así, avanzaba a paso militar, hacia el balcón, donde cantaban alegres mis pájaritos. Agarraba al primer desvalido que pillaba, sin prisa, apretaba cada vez más fuerte, finalmente lo soltaba y caía de bruces al suelo de la jaula.
Después se sentaba junto a mi mientras le consolaba: -tranquilo Francisquito, al crecer, te canviarà la voz.
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