Ha sonado el despertador, mi mano se desplaza lenta a su encuentro. Apago la repetición y devuelvo el brazo a la cama.
Mis pupilas se dilatan, buscando la sutil luz que en vertical línea recta se cuela por la rendija de la puerta. La intrusa es suficiente para iluminar un poco el blanco de las paredes, dejando en contraste el oscuro de las puertas, los armarios y las fotos.
Siento mi cuerpo clavado en la cama, la suavidad de la sábanas me acaricia la piel, seducida por la desidia y la apatía, la gravedad me hace prisionera.
Dispuesta a superar el hastío quiero incorporar mi cuerpo. Però mi mente ha tomado el control y no quiere levantarse. Tengo miedo, pues somos dos en este cuerpo y queremos cosas distintas.
Seré capaz de ganar la batalla?
Oigo la voz de mis refuerzos, con ellos la guerra está ganada.
_¡ mamá...levanta!!!
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